Legado

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miércoles, 2 de mayo de 2012

CRISPURISMO - NELSON CASTRO

El mensaje que quedó más contundentemente expuesto, tanto durante el acto que encabezó la Presidenta en el estadio de Vélez como en su discurso, fue la definitiva entronización de La Cámpora como la estructura sobre la que el kirchnerismo piensa pivotar no sólo su consolidación sino también su proyección futura, que incluye su permanencia en el poder. Las estructuras clásicas del PJ habrán de ser acompañantes imprescindibles que no tendrán participación en la gestación de las decisiones que se adopten. Esto es lo que se ve en el cristinismo. El medido discurso de la Cristina Fernández de Kirchner fue un indicio de que el acto no era tanto lo que había para decir como sí mucho lo que se quería mostrar. La primera fila del escenario fue la exhibición del cristinismo puro. En esa primera fila –y por orden de la Presidenta– no estaba Daniel Scioli, quien apareció en segundo lugar tras el vicegobernador Gabriel Mariotto. No había tampoco figuras sindicales. A los intendentes del Conurbano se les impidió el uso de pancartas. Esa orden se la aplicaron también a Scioli a quien todos los días le van serruchando el piso. Es una tarea incesante. En la provincia de Buenos Aires se está trabajando la idea de la candidatura a diputado de Máximo Kirchner. Hay mucho dinero pagado a una de las consultoras que trabajan para el Gobierno destinado a medir la imagen del hijo de la Presidenta, así como también al coaching, a los fines de enseñarle oratoria y otras artes del escenario. La tarea parece ciclópea. Dentro del Frente para la Victoria, el encumbramiento de La Cámpora genera celos y malhumor. Pero comienzan a aceptar que hoy es inmodificable. Tal como Alberto Fernández fue la llave para acceder al entonces presidente Néstor Kirchner, hoy esa llave le corresponde a La Cámpora. Ese rol se vio potenciado por el asunto YPF y por la forma en la que se implementó la medida. “Parte del circo y las maneras que se usaron para concretar la estatización de la empresa se hicieron para darle un respiro a Amado Boudou”, cuenta una voz del oficialismo, quien señala que “desde el punto de vista de su futuro político, hoy el vicepresidente está liquidado”. A Boudou se le sostiene porque fue la elección personalísima de Cristina, y seguirá así hasta que en la ecuación política el apoyo signifique un costo creciente o la aparición de nuevas evidencias torne su situación inmanejable. Sobre este tópico volveremos más adelante. Los desplazamientos internos en el peronismo son fuertes. Uno de los más significativos es el de Hugo Moyano. Más allá de lo personal, la Presidenta no quiere un liderazgo sindical fuerte que le pueda disputar poder. La aspiración gubernamental es no sólo desplazar a Moyano sino también establecer una conducción de la CGT debilitada. Algún día se sabrá por qué líderes sindicales que fueron los vicarios de Moyano lo han abandonado. El jefe camionero está dispuesto a dar batalla. Sea cual fuere el resultado de las próximas elecciones en la CGT, el Gobierno se ha comprado un rival de fuste que conoce al detalle los entresijos del kirchnerismo. ¿Revivirá el MTA (el Movimiento de los Trabajadores Argentinos), la organización con la que Moyano combatió al menemismo en los 90 y a través de la cual consolidó su liderazgo y su proyección política? La línea que baja la Presidenta en estos días ordena que sus funcionarios se limiten a hablar sólo de YPF y del rol del Estado en la economía. Por otra parte, en el Gobierno se vive un cierto alivio porque la entrada de los miles de millones de dólares que representan las exportaciones de soja les está dando un bienvenido respiro a las arcas fiscales. No obstante, la situación en ese frente sigue siendo complicada. Y lo seguirá siendo mientras el nivel de gastos del Estado continúe siendo tan alto. El Gobierno saca plata de donde sea. En esta semana lo hizo con la Anses y con el Banco Nación. Las dificultades crecientes para obtener el financiamiento del fisco están poniendo a prueba los nervios de más de un funcionario. La situación creada a partir de la nacionalización de YPF está lejos de representar el ideal que ofrece la profusa propaganda oficial. Está claro que no hay quién defienda la gestión de Repsol, de la que los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y de su difunto esposo fueron cómplices. Pero la brutal manera de proceder para poner fin a esa mala privatización no saldrá gratis. Las fotos del ministro de Planificación Julio De Vido y de Axel Kicillof reuniéndose con representantes de petroleras extranjeras pretenden dar una idea de lo que no es. El interés de esas empresas existe, como también existen sus temores en cuanto a los riesgos que hoy implican operar en el país. En esas conversaciones dejan expuestas las altas exigencias que bajan desde sus casas matrices, las que significan niveles de rentabilidad superiores a los que se le permitían a Repsol. Se habla allí de márgenes que superan en 25% a 30% a los obtenidos por la firma española. ¿Quién asume ese costo? Por otra parte, los temores que la Argentina ha despertado en los inversores a partir de esta medida han crecido sensiblemente. A pesar de los esfuerzos del canciller Héctor Timerman en los foros internacionales intentando negar lo incontrastable, los inversores de peso no piensan hoy en nuestro país como una atracción. Además, la operación del día a día de YPF comienza a presentar problemas que demuestran el grado de improvisación con el que se ha actuado. Hay tres cuestiones que exigen atención: ◆ La primera es la progresiva interna que se evidencia entre De Vido y Kicillof. ◆ Se observa un desconocimiento absoluto de los criterios profesionales de manejo de una compañía petrolera. ◆ La tercera es la preocupación que hay para obtener los fondos necesarios para mantener en plena operación a la empresa. Hasta aquí, la que se encargaba de eso era Repsol. No obstante, en el Gobierno se vive un momento de euforia. Las encuestas le han devuelto a la Presidenta el grado de popularidad que le habían quitado en los primeros meses del año la tragedia de Once y el caso Boudou-Ciccone. Al respecto, es ya sabida la alegría con la que se festejó en el poder la decisión de la Sala I de la Cámara Federal de apartar de la causa al juez Daniel Rafecas, al que el kirchnerismo consideró siempre como suyo y a quien, por ende, no le perdonó el allanamiento al piso de propiedad del vicepresidente en Puerto Madero. Rafecas cometió un error imperdonable que, paradojalmente, dejó expuesta su cercanía con el Gobierno, donde ahora le apuntan al fiscal del caso, Carlos Rívolo (en el intercambio de mensajes que provocaron su eyección de la causa, Rafecas daba asesoramiento al abogado de José María Núñez Carmona, socio de Boudou). La estrategia es clara y desde el poder se quiere hacer creer que todo esto es un asunto mediático. Sin embargo, la realidad indica que el escándalo es mayúsculo y que habrá más novedades cuando se aquieten las aguas de esta jugada destinada a entorpecer el accionar de la Justicia. Por ello es que han sido penosas las expresiones del ministro de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, quien al hablar de este caso le aconsejó a Boudou “que tome té de tilo o flores de Bach”, como una manera de desacreditar la investigación judicial en marcha. Lamentable actitud de un ministro de la Corte, al parecer más preocupado por asegurarle al vicepresidente los beneficios de la impunidad que en resguardar el trabajo independiente de la Justicia en pos del conocimiento de la verdad.

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