Legado

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lunes, 20 de octubre de 2014

LOS MIEDOS DE LA PRESIDENTA

Expertos en marketing político y consultores varios le adjudican a la Presidenta una "centralidad" en la escena nacional. Se refieren a su protagonismo, tanto por la constante iniciativa política con la que el kirchnerismo suele marcarle el paso una y otra vez a la oposición, como a la sobreabundancia de sus apariciones en las pantallas de TV, con el empleo de discursos a menudo calcados y generosos en diatribas hacia todos aquellos que no reverencien a pie juntillas el catecismo kirchnerista. La semana pasada, aunque a los gritos, morigeró al menos aquel irritante "vamos por todo": a golpes de realidad, debió adaptarlo al actual y menos intempestivo "vamos por más". ¿Qué más de 12 años de poder kirchnerista, el ciclo más dilatado de una fuerza política conduciendo los destinos de la República? ¿Por qué no serenar su espíritu antes de seguir con sus cotidianas embestidas contra los medios que resisten su vocación de editora? Se sabe que no hay decisión oficialista que no haya pasado el tamiz suyo o de Máximo, quizá de Kicillof o de Zannini, según la naturaleza de la cuestión. ¿De qué otro oráculo K pudo alumbrar la idea de esparcir el miedo como arma política? Hay un sello presidencial en esa estrategia de la zozobra ante el cambio, que se viene desarrollando desde hace un tiempo. Desde entonces advirtió de planes desestabilizadores urdidos por los demonios del dólar para "llevársela puesta". De estallidos sociales prefabricados, ya en marcha y previstos para fin de año. De una conjura internacional de los buitres asociados a golpistas vernáculos. De una amenaza de los terroristas del ISIS hacia su persona por su "amistad con el Papa". De que si le "pasa algo" en verdad hay que "mirar al Norte y no al Oriente". De que todo es una embestida opositora para desarticular las políticas sociales del kirchnerismo. ¿Quién desestabiliza con la idea del miedo, entonces? Más aún: ¿era necesario que ante el lanzamiento del satélite ArSat-1, sin dudas un hecho positivo de su gestión, desafiara a la oposición diciendo que "los satélites no se pueden derogar"? ¿Había que hacer el anuncio por cadena nacional y con voz entrecortada como si hubiésemos desembarcado en Marte y no lanzado al espacio un satélite geoestacionario de comunicaciones, algo que EE.UU. había hecho medio siglo atrás? Cuando la Presidenta define que sus lazos comunicacionales con Putin servirán para "democratizar las neuronas" o que "en el mundo hablan maravillas de la Argentina", ¿qué hace en verdad? ¿Sólo provoca y empuja a la oposición al arte menor de la chicana o perdió su noción política de percepción de la realidad? Difícil saberlo. Eso sí, ni hablar de inseguridad, inflación o desempleo. Eso sería ser golpista. Es más rendidor jugar a la batalla del miedo. Y de paso avanzar en la reforma del Código Procesal Penal, como informó ayer Clarín, en busca de neutralizar las causas por corrupción, un tema que toca muy de cerca a su gobierno y al mismo tiempo la roza a ella.

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