Legado

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lunes, 9 de diciembre de 2013

El kirchnerismo nunca cambia POR OSVALDO PEPE

Hace 15 días, en esta misma columna, nos permitimos asumir el costo de la ingenuidad periodística y nos preguntábamos: “¿Un kirchnerismo dialoguista? ¿Será cierto?” La respuesta es “no”.

La pregunta había surgido como consecuencia del soplo de aire fresco que aparentaba traer en su equipaje Jorge Capitanich, el nuevo jefe de Gabinete. Hubo señales interesantes, el fin del secretismo, la idea de un diálogo amplio en procura de acuerdos y consensos con todos los sectores productivos, políticos y sociales, el ocaso del estilo barrabrava típico del kirchnerismo, detonado con el despido sin anestesia de Moreno y su prepotencia, asumida en cuerpo y alma, hasta domesticar como mascotas fieles a las comparsas que a su alrededor bailaron su música y cantaron sus letras.

Parecía que el kirchnerismo pasaba a cultivar flores en otro jardín, en tierras políticas menos yermas y acaso fértiles a futuro. Hasta que ardió Córdoba por el acuartelamiento policial que trajo vandalismo y depredación en las calles de la capital y sus barriadas populares. Y las réplicas levantiscas de policías en La Rioja, Catamarca, Neuquén, Río Negro, Chaco y otras provincias. Entonces Capitanich se pareció a otros jefes de Gabinete, condenados a repetir que la culpa siempre la tiene el otro.

Así fue que dejó el incendio en manos de De la Sota, aunque en este caso un político experimentado como el gobernador cordobés tuvo un serio error de cálculo, del que deberá hacerse cargo.

Y ese cambio potencial terminó de frustrarse cuando la procuradora Gils Carbó, una de las adalides del proceso de cooptación del Poder Judicial bajo el paraguas de Justicia Legítima, dispuso investigar, como paso previo a su eventual destitución, al fiscal José María Campagnoli, quien impulsa la causa contra el empresario Lázaro Báez por la ruta del dinero K. Gils Carbó acusa a Campagnoli de “abuso de autoridad” por cumplir con lo que se espera de un fiscal. Que investigue.

Fiel a sí mismo, el kirchnerismo redobla siempre la apuesta. La época que comenzó con los urnazos del 21 de agosto y del 27 de octubre todavía no tiene nombre.

En un largo reportaje del periodista Juan Cruz que forma parte del libro “Itinerario”, decía el mexicano Octavio Paz, Nobel de Literatura, intelectual de vuelo y prestigio, que “ninguna época lo ha tenido antes de convertirse en pasado. El Cid no sabía que vivía en la Edad Media ni Cervantes en el siglo de oro” . La Presidenta quizá no sepa el nombre político del tiempo que viene ni el del actual, pero detesta que se hable de “transición”.

Hoy por hoy, quienes la frecuentan dicen que le preocupan tres cosas: su salud, ejercer el poder en plenitud hasta el recambio de 2015 y preservar su imagen del ajetreo de la gestión, afectada por una coyuntura complicada en lo económico, tensa en lo social e indócil en lo político, con un peronismo ávido de lanzar la pelea por la sucesión.

El dato es que el kirchnerismo no ha cambiado y es poco probable que intente hacerlo, con el gobernador del Chaco en uso de licencia, o sin él.

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