Legado

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miércoles, 14 de agosto de 2013

La esperanza de la centroizquierda

A pocas horas de concluidas las PASO, su resultado suscita algunas reflexiones todavía provisionales, pero que merecen ser formuladas. No vale la pena comentar lo obvio: que el Gobierno iba a refugiarse en la imagen "victoriosa" del Frente para la Victoria como "primera fuerza nacional" para disimular su aplastante derrota, cimentada en una pérdida de la mitad de los votos obtenidos por la Presidenta en 2011.

Tampoco interesa profundizar en las causas de la conducta escasamente civilizada del oficialismo y de su conductora, que no han saludado a sus adversarios (en esto hay que destacar, como excepción, al senador Daniel Filmus), ni mucho menos han insinuado una autocrítica por lo menos superficial. Nadie ha asumido el evidente cansancio de crecientes sectores sociales frente a los estilos discursivos y la gestión autoritaria que nos gobiernan. El desconcierto y la fragilidad argumental de los medios oficialistas resultaron apabullantes.
Importa hoy un examen inicial del conglomerado de partidos y alianzas opositores que, en conjunto, han alcanzado algo más del 70% de los votos y han triunfado en todos los distritos grandes. Tanta contundencia hizo que naufragara el sueño de la re-reelección y anticipó la imposibilidad del kirchnerismo para imponerse en una eventual segunda vuelta en 2015.
Es cierto que, si nos referimos estrictamente a la actualidad, el arco opositor aparece fragmentado y carente de liderazgos inclusivos. El transformismo peronista ha producido de todos modos, en la figura del intendente de Tigre, Sergio Massa, un actor de recambio inteligente y a la vez tedioso, tan desideologizado como su coterráneo y rival Daniel Scioli. Alguno de ellos, o los dos, podrían ser candidatos a la presidencia en 2015. ¿Opositores? ¿Neokirchneristas? No se sabe.
Quizá la novedad que surge de estas PASO sea la presencia pausada pero firme de una coalición de centroizquierda (nosotros preferimos llamarla socialdemócrata) como alternativa de poder. Sus socios principales son la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista, acompañados por varias agrupaciones menores, de signo y origen parecidos. Han ganado en la ciudad de Buenos Aires y en Santa Fe; además, con protagonismo radical, han triunfado asimismo en Santa Cruz, La Rioja, Catamarca, Mendoza y Jujuy. La lista que ganó en Corrientes es igualmente de raíz radical. De esta forma, el diseño territorial sobre el que se asienta esta nueva concertación es de pertenencia del viejo partido de Alem, Yrigoyen y Alvear, el único que, junto al peronismo, conserva huellas vivas de su tradición y mensaje en todo el país, hasta en los pueblos chicos, trátese de minúsculos reductos, modestos comités o combativos centros universitarios. El socialismo, ya se sabe, aporta su sello ideológico, hoy sustentado en la socialdemocracia, y recorre una geografía que tradicionalmente se afirmó en áreas urbanas de la pampa húmeda. Los dos partidos han conseguido incorporar a su coalición a otros movimientos políticos más jóvenes, en algunos casos, como el de la Coalición Cívica, nacidos del mismo tronco.
A diferencia del populismo peronista, genéticamente unido al caudillismo y al estatismo, la coalición socialdemócrata propone -por lo menos idealmente- una concepción más flexible de la vida social, en que la división de poderes y los valores republicanos desempeñan un papel central. Al mismo tiempo, propugna las libertades individuales con la misma decisión con que defiende el igualitarismo, rechaza los regímenes de partido único y se opone a todas las formas de recorte a la libre expresión, aunque se hagan en nombre de un supuesto bien colectivo. Su progresismo no es antiliberal, sino abierto al diálogo pluralista. Considera la corrupción intrainstitucional como un factor grave de empobrecimiento y desestabilización y, en consecuencia, como un mal por combatir sin demoras.
Palabras, palabras políticamente correctas, como en general ocurre con todo lo que expresa la socialdemocracia en el mundo. ¿Pero serán nuestros partidos capaces de llevar a la práctica estas ideas, en convivencia diaria con las demandas apremiantes de una sociedad que reclama pan, seguridad, educación y respeto, y que por suerte cada vez confía menos en líderes providenciales? La coalición de centroizquierda que ha obtenido más de 5 millones de votos en los recientes comicios representa, en este sentido, una esperanza, aunque está lejos aún de convertirla en realidad.
En lo que respecta al radicalismo, podría aspirar a ser el articulador de esta coalición, siempre y cuando deje atrás la orientación escasamente moderna y propensa al internismo que le ha valido distintos sinsabores electorales en las últimas dos décadas, tras el final desordenado de la presidencia de Raúl Alfonsín, que de todos modos fue, desde la reinstauración de la democracia en 1983, el que mejor encarnó los valores socialdemocráticos. Ese ciclo de decadencia parece tocar a su fin: incluso están consolidándose, en el escenario político, un par de dirigentes que se suman a la oferta existente para las presidenciales de 2015, a la que ya pertenece, por derecho propio, el ex gobernador socialista de Santa Fe, Hermes Binner.
Los dos candidatos que, con mayor o menor exposición e intencionalidad, propone el radicalismo para ese combate democrático provienen, curiosamente, de la misma provincia: Mendoza. Uno de ellos, Julio Cobos, ex gobernador de su provincia y ex vicepresidente de la Nación, ha sido uno de los grandes ganadores de las PASO. Su voto "no positivo" en el Senado, contra la resolución 125, le valió odio y humillación por parte del oficialismo, del que hasta entonces era aliado, y apoyo por gran parte de la opinión pública, que consideró que su gesto era el de un hombre honrado, por encima de lealtades mafiosas. Ha vuelto a trabajar como ingeniero, y no gozó ni goza de privilegio alguno.
El otro candidato eventual es Ernesto Sanz, abogado, ex intendente de San Rafael y actual senador nacional. Todavía es menos conocido que Cobos, pero ya se destacó en debates parlamentarios y conservó una posición de equidistancia entre las líneas internas de su partido. Su virtual autopostulación como candidato presidencial ha mostrado a un dirigente político de amplio espectro intelectual, con buenos equipos asesores. Trabajó intensamente en la reciente campaña, llevando el mensaje de la coalición socialdemócrata a todo el país.
De aquí a octubre pueden ocurrir muchas cosas, y más todavía de entonces a 2015. No hay que sobredimensionar la esperanza. Pero la sola apertura de esta nueva senda, en la que no todo está determinado de antemano, en la que ha entrado un poco de aire fresco, en la que la unidad debe ser indeclinable, permite abrigar un moderado optimismo.

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