Legado

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lunes, 16 de julio de 2012

PELEA CONTRARELOJ - ALFREDO LEUCO

En su intento desesperado por recomponer la relación, Daniel Scioli le tira flores a Cristina. La Presidenta, en cambio, le dispara con misiles para exterminarlo como alternativa para 2015. Así se expresa la diferencia brutal que existe entre dos estilos ideológicos que están en las antípodas.

Uno, casi hippie, que pide paz y amor, y el otro, guerrerista, que busca la rendición incondicional de un enemigo al que caracteriza como un contrarrevolucionario. Es que la Presidenta se ve a sí misma como una mezcla mejorada de Evita y La Pasionaria. Hay escuelas del pensamiento que definen el talento como confianza en uno mismo. Y otras que consideran que creerse sus propias desmesuras es colocarse al borde del abismo neuronal. La sutil frontera entre genialidad y locura.

Con voluntad y una iniciativa incansable, Cristina Fernández modificó el mapa político argentino. De la cuádruple alianza del kirchnerismo (Línea Fundadora) sólo queda el apellido presidencial. En su momento expulsaron de ese paraíso compartido a Clarín y en estas horas están haciendo lo mismo con Hugo Moyano y Daniel Scioli. Todos pasaron de aliados estratégicos a enemigos principales. En cada caso se verificó la misma lógica: Cristina no negocia, aniquila. Nunca le tiembla la mano, es despiadada.

El reelecto líder de la CGT llegó a tirar la toalla de una manera explícita cuando ofreció renunciar a su candidatura si el Gobierno aumentaba el mínimo no imponible. La Presidenta ni se molestó en contestarle: apuntó su pulgar hacia abajo y listo. Algo similar está pasando con Daniel Scioli. Está contra las cuerdas y se repliega hacia lo conocido, como recomendaba Rodolfo Walsh. Su táctica de esperar que los bultos se vayan acomodando solos le rindió frutos con Néstor Kirchner. La paciencia para aguantar callado hasta que pase el terremoto fue efectiva para Scioli. Es que Néstor hacía arrodillar y pedir perdón a sus circunstanciales enemigos pero, una vez quebrados anímicamente, a punto de ahogarse, les tiraba un salvavidas.

De esa manera, el vice de ese entonces reconstruyó su vínculo después de que el ex presidente castigó con el destierro a todos los funcionarios amigos de Scioli en la Secretaría de Turismo. Fue el primer anuncio de lo que se venía. O luego de que Cristina Fernández de Kirchner, en ese momento senadora nacional, lo maltrató en plena cámara y lo acusó de lo mismo que ahora: de hacer operaciones a través de la prensa hegemónica. Scioli siguió formando parte del Frente para la Victoria incluso después de que Néstor lo amonestara en las tribunas exigiéndole que dijera quién le ataba las manos para combatir la inseguridad.

Pero ahora Scioli tiene un futuro mucho más complicado. Cristina es un tanque lanzado en velocidad que pasa por arriba a todo el mundo y sólo frena ante el precipicio. ¿Frena? La gran pregunta es: ¿qué debería hacer Scioli para detener la tormenta perfecta que Cristina desató sobre su humanidad? Uno de los pocos funcionarios que hablan con la Presidenta contestó en off: “Llevarle su cabeza en bandeja. Anunciar públicamente que se baja de la candidatura presidencial a 2015. Y decir que su única aspiración es ayudar al proyecto nacional donde sea más útil. Y por último, poner su renuncia a la gobernación sobre la mesa para encabezar la lista de diputados en 2013”.

¿Está claro? Cristina sólo admite que Scioli se suicide en vivo y en directo y que contrate a Florencia Peña para que baile por un sueño en lugar del “Yo creo” de Ricardo Montaner. Y que Horacio Verbitsky reemplace a Ricardo Casal como ministro de Seguridad. Esto es lo nuevo de la batalla en la cima del poder. Scioli tiene un billete de lotería premiado, pero todavía no encuentra cómo ni adónde ir a cobrarlo. Es un caso digno de estudio para las consultoras: cómo transformar tanta imagen positiva e intención de voto en poder concreto. La otra incógnita que hay que despejar es si le darán tiempo a Scioli para organizar su tropa y pelearle al cristinismo en las internas obligatorias previas a las elecciones de medio tiempo de 2013. Intentarán cortarle las piernas mucho antes. Por la vía de la asfixia económica y el caos social o directamente por destitución mediante un juicio político que está en ciernes por su comportamiento durante el caso Candela, tal como anticipa la revista Noticias. Para el gobernador, vencer al cristinismo en comicios es la única forma de construir una estructura propia que vaya más allá de su imagen de yerno perfecto que tanto resultado le da en las encuestas. Ese potencial triunfo sería un imán para todo el peronismo anti K y le daría cierto blindaje hasta 2015. Los semifondistas de la pelea del siglo “Cristina vs. Daniel”, serían, de “este rincón”: la hermana Alicia, Julián Domínguez, Florencio Randazzo y hasta el mismísimo Amado Boudou si continúa zafando del radar de la Justicia. En el otro rincón, hay tres boxeadores taquilleros, pero todos tienen un pero: Karina Rabolini, que lo haría sólo por amor y no por vocación; Sergio Massa, que desconfía y también compite con Scioli porque si el gobernador se cae y Cristina no logra la reelección hasta se animaría a pelear por el sillón de Rivadavia y, finalmente, un candidato de lujo, pero que rechaza siempre las ofertas legislativas: Roberto Lavagna.

Todos tienen su capital simbólico. Karina es continuar la tradición marital del peronismo como Eva, Isabel y Cristina. Massa está cortado por la misma tijera ideológica que Scioli y hace alarde de gestión e imagen. Y Lavagna sería como volver al kirchnerismo fundacional con el verdadero padre del modelo económico. Y los tres le hacen atragantar la tostada a Cristina, que fingió temor a Domingo Cavallo cuando vio “a ese pelado”, que era el ministro de Economía y ajuste feroz de Mariano Rajoy. Los Kirchner fueron los mejores alumnos de Cavallo y el cordobés los premió con creces. Pero además, jamás olvidaré (tengo el video de archivo) una de la docena de entrevistas que le hice a Cristina Fernández en un humilde programa de cable cuando era una bella y explosiva legisladora nacional.

¿A quién respalda en la interna del justicialismo porteño?, –le pregunté–. “Ay… No me ponga en un compromiso, los tres son buenos amigos y compañeros”, contestó. Las listas las encabezaban Gustavo Beliz, Irma Roy y Cavallo. Y no se atragantó con ninguna tostada.

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