Legado

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viernes, 9 de septiembre de 2011

DIFERENCIAS ENTRE UN DIRIGENTE POLITICO Y UN PERSONAJE DE OCASION

El panorama político argentino se parece al campeonato español con un oficialismo que suena invencible como el Barcelona de Guardiola, eso si el mismo oficialismo tiene conductas autodestructivas, y prueba de ello son las apreciaciones de Randazzo frente a la Prensa y un ataque irrazonable e inmerecido a Tato Bores.

Randazzo debería saber que el ya será olvido y todavía se seguirá recordando al genial hombre de Frac Peluca y habano.

Frente a ello una oposición que esta groggy, y pasa desde la posición absurda y peligrosa de acusar fraude, a la del Presidente de un partido que llama o consiente a cortar boleta de su propio candidato a Presidente.

Cierto es que el radicalismo va a perder, pero en estos días se va a cumplir 30 años de la muerte de Don Ricardo Balbín quien fue derrotado en 4 elecciones presidenciales, pero que siempre y en todo momento trajino y contagio la fe en su lucha.

Mas allá de candidatos taquilleros, de novedades pasatistas y especulaciones pasajeras, yo como militante reivindico esa imagen de Don Ricardo cruzando el Arroyo Las Tunas en Paraná en una campaña electoral seguramente de final perdidoso, eso es ser un dirigente político y no un personaje de ocasión.



Cuando veo determinados comentarios recuerdo esa frase que le espetaron a Melo: RADICAL DE GLORIA BARATA y MESA TENDIDA.



El radicalismo atraviesa una crisis que no es consecuencia del magro resultado de estas primarias sino de errores repetitivos, de una crisis identitaria que nos lleva a piruetas y barquinazos que no hacen a nuestra esencia ni a nuestra historia. El radicalismo es un proyecto histórico colectivo que va mas allá de los deseos o voluntades de personajes de ocasión que buscan como único fin el no tener que buscar laburo en los clasificados de Clarín el domingo. Nuestro función es como opositores es dar una la lucha franca y permanente, sin atajos, sin rápidas alquimias, puede resultar una penosa y larga lucha contra una sociedad que nos de la espalda por momentos.





Balbín decía que Un político es un ciudadano con vocación de bien público que pone algo de su tiempo y de su vida al servicio de la comunidad en que vive. Y lo hace para una convicción política que nace de la filosofía en que se enrola, a la que sirve con lealtad. Que poco tiene esto que ver con ese pelirrojo que aparece con una sonrisa propia de una publicidad de dentífrico o con funcionarios cuyo patrimonio crece vertiginosamente.

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