Legado

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miércoles, 8 de octubre de 2014

ANTINOMIAS Y ASIMETRIAS DE UN PAIS

 La identidad argentina se construyó, nos dicen los historiadores, sobre el enfrentamiento y la asimetría. Ya en la Primera Junta hubo, por decirlo así, un oficialismo "conservador", encarnado por Cornelio Saavedra, y una oposición "progresista", representada por Mariano Moreno. Después, una vez diluido el conflicto entre rivadavianos y antirrivadavianos, queda firmemente establecida, a partir del gobierno de Rosas y su contraparte programática de la generación de 1837, la antinomia de federales y unitarios, que tendrá larga vida y sucesivas metamorfosis.
Un enfrentamiento personal significativo es el de Alberdi y Sarmiento; aunque ambos fueron de origen unitario, Alberdi moderó sus posiciones y plasmó un constitucionalismo (en teoría) federal, mientras que Sarmiento se mantenía ásperamente fiel a su postura inicial. La república conservadora de los hombres de la generación del 80 produjo un régimen excluyente y relativamente exitoso, que entró en el mercado mundial de la mano del imperio británico. Ya las antinomias que siguen, nunca del todo resueltas, tienen una marca más familiar: liberales/nacionalistas, conservadores/radicales, radicales/peronistas, y la actual y poco productiva de kirchneristas/antikirchneristas.
A su vez, la asimetría principal de nuestra historia, y que quizá resuma todas las demás, es la que marcan, con sello indeleble, Buenos Aires y el interior del país, siempre a favor de la Capital. El desarrollo económico y social ha sido y es asimétrico. Lo es la distribución de bienes materiales y simbólicos. Y esta asimetría se reproduce, además, en la mayoría de las provincias, en beneficio de la respectiva capital provinciana y en detrimento de su interior profundo. Hay, por fin, una dolorosa asimetría entre lo que prometíamos ser como nación, como proyecto colectivo, allá por los años del Centenario, y nuestro incumplimiento después de transcurrido otro siglo. Hágase la comparación correspondiente, en lo que concierne a ingreso per cápita, calidad educativa, respeto por la ley y equilibrio institucional con naciones que también ostentaron la etiqueta de prometedoras, como por ejemplo Canadá y Australia, y se llegará a resultados más bien desoladores.
Sin embargo hoy, en 2014, aun a costa de persistir e incluso agudizar el estatuto asimétrico, existe un aspecto, un modo de medir estos paralelismos en el tiempo y en el espacio que nos otorga una clara y sorpresiva ventaja. Quizá se trate de una victoria a lo Pirro, pero no podemos evitar la tentación de plantearla, aunque apenas alcance para proporcionarnos una equívoca sensación de orgullo.
Nos referimos a la forja, al caldero en que nuestra sociedad genera una explosión de individualidades, un indiscutido cuadro de honor que se proyecta al mundo y que no requiere el beneplácito del Estado y de sus momentáneos ocupantes para lograrlo.
El personaje que encabeza el listado -no podía ser de otra manera- es Jorge Mario Bergoglio, ex arzobispo de Buenos Aires, hoy papa Francisco, jefe universal de la Iglesia Católica. Es el primer jesuita y el primer latinoamericano en ser papa. Es argentino. Aunque tal vez demasiado expuesto mediáticamente, su gestión promete modernizar la Iglesia y propugnar la paz.
También es argentina la reina de Holanda, Máxima Zorreguieta. Se la acepta y respeta en su patria adoptiva como si hubiera nacido allí.
Dos jugadores argentinos de fútbol, el deporte más popular del planeta, han sido considerados los mejores del mundo: uno, Diego Maradona, en las últimas décadas del siglo XX; el otro, Lionel Messi, en las primeras del XXI. Maradona ha sido criticado por su etapa de adicción a las drogas, pero no puede negársele su condición de auténtico artista del deporte que practicó.
Si Martha Argerich no es la mejor pianista viva, anda muy cerca. Es argentina. Nadie toca como ella el endiablado Concierto N° 3 de Serguei Rachmaninov ni el más poético Gaspard de la nuit de Maurice Ravel.
En el mismo nivel de excelencia puede situarse al arquitecto argentino César Pelli, que diseñó las Torres Gemelas Petronas de Kuala Lumpur, que fueron por varios años las más altas del mundo.
Hay otros argentinos ya desaparecidos pero igualmente contemporáneos y con repercusión en el mundo entero. René Favaloro fue médico rural en la provincia de La Pampa y, más tarde, afamado cardiocirujano en Texas. Creó la cirugía de revascularización miocárdica (más conocida comobypass).
¿Cómo dejar de mencionar a Jorge Luis Borges, que no ganó nunca el Premio Nobel de Literatura, pero que fue uno de los escritores más influyentes del siglo XX? (No diremos si fue el 1, el 2 o el 3, porque no hay nada más absurdo que un ranking de grandes escritores.)
Permítasenos una inofensiva venganza: ¿hubo alguna vez un papa canadiense o australiano? Pese al gran nivel educativo de Finlandia, ¿ha tenido ese país un escritor como Borges? ¿Dónde está el Maradona suizo? (Aunque, en este último caso, me temo, los helvéticos nos sacudirán con Federer.)

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