Legado

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martes, 27 de mayo de 2014

VOCACION DE DIALOGO GENUINA

 El hecho de que, luego de ocho años de agraviante ausencia, la Presidenta haya vuelto, anteayer, a asistir al tedeum en la Catedral porteña con motivo de la celebración del 25 de Mayo, es auspicioso y a nadie escapa que, paradójicamente, este nuevo clima y cambio de actitud por parte de la primera mandataria pueda obedecer al nombramiento como Papa de Jorge Bergoglio, cuyos cuestionamientos al Gobierno como arzobispo de Buenos Aires fueron un motivo central del alejamiento del matrimonio Kirchner.
Durante la reciente ceremonia, el cardenal Mario Poli bregó por el diálogo , como lo hacía su antecesor y lo sigue haciendo hoy desde el Vaticano. "O se apuesta al diálogo y se apuesta por la cultura del encuentro, o todos perdemos. Por aquí va el camino fecundo", dijo Poli, quien, además, pidió que "la atención a los pobres sea una opción preferencial sin exclusiones ni diferencias".
Al observar, anteayer, la emoción que embargó a la Presidenta en el transcurso del tedeum al recitar una oración por la paz, cabía esperar que intentara hacer suyo ese llamado al diálogo y al encuentro, porque si algo caracteriza hasta el presente al kirchnerismo es no sólo la ausencia de diálogo y comprensión por quienes no comulgan con el oficialismo, sino una pasión irrefrenable por el enfrentamiento, la descalificación e, incluso, la persecución de quienes disienten y critican la política oficial.
Pero el mismo domingo, poco más tarde, en el acto oficialista en la Plaza de Mayo, las palabras presidenciales, lamentablemente, estuvieron muy lejos de exhibir una sincera voluntad dialoguista. Más bien, expresaron todo lo contrario.
El cardenal Poli no se refirió en ningún momento al gobierno nacional como destinatario de sus exhortaciones, entre las que debe mencionarse su pedido de una actitud abierta, disponible y sin prejuicios, a la que denominó "humildad social". Agregó que "el arte del diálogo es garantía de una saludable vitalidad para nuestra bendecida democracia".
En plena sintonía, como no podía ser de otra manera, con el último y vigoroso documento de la Conferencia Episcopal Argentina, en el que los obispos clamaron contra la violencia que nos rodea y nos enferma, Poli llamó a "revisar nuestro lenguaje" y tener claridad de palabras y de ideas, y habló de la mansedumbre y de la "necesidad de dejar de lado el orgullo".
Y, sin ir tan lejos, la reciente carta del papa Francisco a la Presidenta, con motivo de la celebración de nuestra fecha patria, no deja lugar a dudas cuando pide, por intercesión de María Santísima de Luján, que los argentinos encontremos "caminos de convivencia pacífica, de diálogo constructivo y de mutua colaboración" para que crezca "la solidaridad, la concordia y la justicia".
Ante la gente concentrada en la Plaza de Mayo, Cristina Fernández de Kirchner realizó un llamado a la unidad nacional, pero sus palabras dejaban bien en claro que la prédica del Episcopado Argentino, de Poli y del Papa no habían caído en terreno fértil en lo que a ella se refiere. Al contrario. "Es imprescindible -sostuvo- que este proyecto se materialice en el conjunto del pueblo, al que convoco a la unidad nacional, pero no para volver atrás." En una sociedad que ha alcanzado cierta madurez democrática no puede admitirse el concepto de que todo proyecto que difiere del kirchnerista equivale a un "volver atrás". En muchos terrenos es preciso volver atrás, como en la cultura del enfrentamiento que caracteriza a este gobierno.
Por otra parte, cabe recordar que la primera mandataria llamó en otras ocasiones a un diálogo, pero eso nunca se plasmó en una convocatoria concreta.
Anteayer, la Presidenta volvió a fustigar a la oposición que sostiene que las ideologías no sirven y agregó que "siempre las ideas preceden a la gestión" y que "no lo dicen porque no pueden contar sus ideas, que no les convienen a las grandes mayorías". El desprecio público exhibido hacia las demás fuerzas políticas da cuenta de las serias dificultades que tendría cualquier intento de diálogo político.
Cristina Kirchner pidió luego perdón si alguien se sentía ofendido por su modo de hablar y por el tono. ¿Por qué mejor no cambiar el tono? ¿Por qué la permanente ofuscación, la agresividad de quien se ve en el deber de defenderse de un asedio permanente que no existe más que en su imaginación o en sus deseos? El tono, las formas y la manera de hablar en un presidente nunca son accesorios. Son parte inseparable del mensaje. Por eso es que el tramo del discurso en el que, sin identificarlos, se refirió a quienes quieren "sembrar cizaña, dividir y enfrentar", le cabe más al oficialismo que a ninguna otra agrupación política. Igual que cuando reclamó evitar las agresiones, las descalificaciones y las discriminaciones, para recaer en lo que pedía evitar, pues acto seguido acotó: "A veces me duele como argentina, como mujer, cuando se nos critica porque damos cosas a los pobres o a los negros".
Otro ejemplo de que la prédica del cardenal Poli en pro de la humildad cayó en saco roto pudo apreciarse cuando la Presidenta, sin el menor pudor, se comparó con Jesús, quien, según explicó, se apartó de ritos ancestrales y de las reglas preestablecidas cuando decidió lavarles los pies a sus discípulos. "Eso es lo que nosotros hemos hecho en estos años", concluyó.
Un anhelo de todo gobernante consiste en que la historia otorgue a su gestión perfiles de épica o gesta. Pero ese anhelo debe contenerse cuando coloca a quien lo profesa al borde del ridículo.

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