Legado

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domingo, 5 de enero de 2014

EL RELATO NO SE TOMA VACACIONES

Ya salimos, por suerte, del diciembre más infausto de los últimos años (rebeliones policiales, saqueos, cortes de luz , calor infernal y hasta persistentes ataques de palometas).

Enero, por lo general, suele ser un remanso que se extiende en un plácido bostezo veraniego hasta el 1° de marzo. Sin embargo, el arranque del nuevo año con encrespadas demandas de paritarias que aspiran a porcentajes por arriba del 30% y los problemas de algunas provincias para cumplir con el aumento prometido a sus fuerzas de seguridad plantea dudas sobre que esa siesta veraniega logre mantenerse tan apacible. La escalada en el nivel de conflictividad que pueda haber durante lo que queda de la estación más caliente del año funcionará como un test revelador de las condiciones políticas e institucionales en que llegaremos a las elecciones presidenciales del año próximo.

De todas maneras, 2014 empezó como terminó 2013, estrenando otra modalidad hostil, muy potenciada mediáticamente, y que comenzaron a aplicar tanto el periodismo oficialista como el que no lo es: el macartismovacacional, que consiste en escrachar al funcionario sorprendido en un relajado lugar de descanso mientras la ciudadanía sufre los efectos de sus políticas deficientes.

Tanto Mauricio Macri como Ricardo Echegaray, descubiertos respectivamente en el Sur y en Río de Janeiro, fueron los que reaccionaron peor: el jefe de gobierno porteño pretendió comprar el material fotográfico que le había tomado un reportero gráfico free lance para impedir que saliera a la luz, en tanto que el entorno del titular de la AFIP agredió con violencia física al equipo de TN que seguía sus pasos.

Echegaray, de paso, apuntó a los dirigentes de la oposición que veranean fuera del país. También fue muy comentada la foto del secretario de Energía, Daniel Cameron, jugando al golf en un country mientras Buenos Aires se freía en récords de calor y cortes de luz, y la de Kicillof paseando por Calamuchita. Clarín mostró al ministro Florencio Randazzo en Valeria del Mar; Perfil, a Aníbal Fernández en Cariló ; Noticias, a Zannini, en Pinamar y hasta hay quienes recordaron cuando Sandra Russo se ruborizaba por veranear en Cariló, antes de que la Presidenta le dictara su biografía en lujosos hoteles europeos. En estos días, además, hubo reproches por las vacaciones estiradas de Cristina Kirchner en El Calafate.

No es que los dirigentes no tengan derecho a vacacionar en donde quieran. Es que el nivel de bronca por los padecimientos ciudadanos es tan alto, que ese factor, antes intrascendente, se convirtió en un nuevo y cínico filón periodístico que daña y se usa a discreción.

Mientras tanto, el año que se fue dejó algunas lecciones, asignaturas pendientes e incógnitas respecto de la salud del relato (algo así como la columna vertebral del kirchnerismo), que, como nunca antes, comenzó a tambalear en forma. Veamos:

El relato resiste sólo en la prosperidad: cuando la economía funciona medianamente bien y la gente tiene plata en el bolsillo, la propaganda gubernamental subraya ese bienestar. La mayoría no está dispuesta a darles crédito a las críticas y denuncias, o bien las escuchan con displicencia. Por el contrario, cuando la situación se complica y el mal humor social se expande, cualquier dato negativo tiende a exacerbar más los ánimos. La distancia entre lo que se relata y lo que realmente ocurre se vuelve abismal y así los efectos pueden ser desde desopilantes hasta muy irritantes.
El relato pierde a su principal protagonista: se pasó de la presencia extenuante y excluyente de la Presidenta (cadenas, actos, Twitter, programa propio de TV, etc.) a su ausencia total, en una primera etapa, por sus problemas de salud y luego a un part time más que relajado. Eso, al principio, volvió menos áspera la vidriera política que se distendió aun con las elecciones de por medio.
El relato pretende llenar el vacío de la Presidenta con jugadores secundarios: hubo dos tiempos bien diferenciados en materia de reemplazantes. Primero fue el turno del estridente y condicionado vicepresidente Amado Boudou, que debió limitarse a cubrir actos protocolares con cero capacidad de acción propia. Con mayor autonomía, que se fue desflecando con el paso de los días, Jorge Capitanich asumió la jefatura de Gabinete con más poder aparente que sus antecesores. Las huelgas policiales lo destiñeron rápido y lo que parecía el regreso de una sana costumbre -el contacto frecuente con la prensa- terminó haciéndolo fluctuar entre retomar la ortodoxia del relato , la irritación frente a algunas preguntas de los periodistas y los anuncios grandilocuentes (los 204 objetivos y las 272 metas para este año).
El relato mata: al no tomar las decisiones adecuadas, al no hacer las inversiones correspondientes en tiempo y forma, al querer presentar todo color de rosa, escondiendo bajo la alfombra aquello que opaque ese ficticio optimismo, cualquier anomalía, por la falta de previsión, pronto se convierte en catástrofe, con víctimas mortales y damnificados. Las inundaciones de abril, la recurrencia de los accidentes ferroviarios y los recientes saqueos y cortes de energía se cobraron vidas y lastimaron y pusieron en peligro muchas otras. Más que una pena, casi un crimen premeditado e imperdonable.

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