Legado

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viernes, 27 de diciembre de 2013

LOS POLITICOS ESPEJOS DE LA SOCIEDAD

Más allá de la coyuntura, más allá de las elecciones, es triste el estado actual de la política. La política de la impotencia, de las oportunidades perdidas, de la confrontación. Parecemos perros rabiosos mordiéndonos frenéticamente la cola. Cuesta entender, cuesta entendernos.

Es clara e indudable la responsabilidad de los políticos que nos han venido gobernando desde hace décadas, como de aquellos que venden sus ideales por ese pragmatismo que todo lo justifica o de los que, sin pudor, nos enrostran sus incrementos patrimoniales. No hay más que mirar los resultados de sus gestiones, el abismo entre lo que dicen y lo que hacen, el cambio de sus caras cuando se prenden las cámaras de televisión.

Pero cuidado con nuestra tendencia a la sobresimplificación y cargar toda la responsabilidad en los políticos. Porque la tentación es muy grande: tienen tan bien ganados los laureles. Igualmente, sería muy injusto y desalentador pensar que son todos iguales; esa otra generalización tan nuestra es, en realidad, la mejor defensa para los que no la merecen.

Los políticos no son todos iguales, como los ciudadanos tampoco lo somos. Y, en verdad, ellos no son los únicos responsables del actual estado de cosas; parte de la ciudadanía comparte esta pesada carga. Somos muchos los que, sin actuar en la política partidaria, nos desempeñamos en posiciones de liderazgo en la sociedad: empresarios, sindicalistas, docentes, profesionales, artistas, intelectuales, dirigentes deportivos, de organizaciones de la sociedad civil, etc. Y si bien es cierto que el grado de responsabilidad no es el mismo, la corresponsabilidad por la conducción de un país es de toda su dirigencia. ¿Asumimos entonces con honestidad nuestro grado de corresponsabilidad por las cuestiones públicas, las cuestiones de todos? ¿Son nuestras conductas tan distintas de la de los políticos que tanto criticamos? ¿Somos conscientes de nuestro rol en la sociedad?

Al responder estas preguntas llego a la conclusión de que los políticos nos representan bien. Que ellos son la imagen que el espejo nos devuelve como dirigencia. Que la pobreza de la política es equivalente a la pobreza de nuestras acciones. Creo que nos falta grandeza, no por falta de ideas ni de ideales, sino por nuestra ineptitud para aceptarnos como miembros de una misma sociedad. Ineptitud para generar esa confianza básica que precede a cualquier proyecto relevante para el país. La democracia se fundamenta en un profundo deseo de convivencia y respeto. Al pretender imponer nuestras pequeñas verdades lo que intentamos hacer es dominar al otro. Las semillas de los que mañana serán nuestros políticos germinan diariamente a nuestro lado. Los políticos son finalmente emergentes de la sociedad que representan.

El gran desafío como dirigencia será reconocer, en primer lugar, nuestro grado de corresponsabilidad. Dejar de mirar siempre al político como el único responsable de nuestros pesares y comprender que entre todos hemos construido el país que hoy tenemos. Debemos madurar como ciudadanos para superar esta adolescencia tardía que nos impide romper el círculo de fantasía y desilusión. Para terminar con esta larga decadencia, la sociedad, a través de todos sus dirigentes, debe iniciar una nueva cultura política basada en la humildad, la tolerancia, la buena gestión y el coraje para enfrentar los cambios necesarios. Y para que esto sea posible es imprescindible que nosotros, los ciudadanos, asumamos que la política nos pertenece, que somos la razón de ser de ella y los destinatarios finales de todos sus anhelos. Vamos por ella.

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