Legado

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lunes, 22 de abril de 2013

Democracia, en visión cada vez más pequeña - Por Eduardo Aulicino

Es una cuestión de discurso pero, sobre todo, de práctica política: el cristinismo expone una visión cada vez más empequeñecida de la democracia, que invoca el voto casi como exclusivo canal de expresión, rechaza en la práctica voces críticas –incluso multitudinarias– y niega de hecho otras formas de participación social. De manera descarnada y difícil de arropar ideológicamente como de avanzada, cualquier chance de protesta es remitida a lo que digan las urnas, cada dos años. En el medio, la nada o, pero aún, la obediencia ciega a la mayoría –si es propia– y el avance para lograr el poder absoluto. Olivos se exhibe así frente a la imponente marcha del 18A, para blindar su ofensiva contra la Justicia y ante las denuncias de corrupción.

Cerrado en su propio círculo, el oficialismo avanzará esta semana con la reforma judicial. Ese tema, y el de los negocios oscuros en el poder, fueron dos de los motores de la movilización del jueves. El Gobierno cerró los ojos: vio poca gente donde hubo multitudes. Y uniformó un discurso que repitieron sus medios: fue una marcha de la oposición. No pareció un acierto comunicacional adjudicar a los partidos opositores semejante capacidad de movilización, cuando la gente movilizada envió su mensaje también a ellos, que muestran a diario muchas y repetidas debilidades.

Pero el mensaje cristinista no cuida las formas ni se ocupa de disimular contradicciones. No se escucha ninguno de los reclamos expresados en buena parte del país. Y tampoco se le presta atención a las demandas de debate de la oposición, señalada como organizadora de las masivas concentraciones.

No valen ni las marchas ni el Congreso.

En línea con las instrucciones presidenciales, el oficialismo impuso su mayoría en el Senado y aprobó el corazón del plan judicial de Olivos. El interrogante es si en Diputados podrá actuar del mismo modo, con las ventanas clausuradas a la calle.

La lista de ignorados no se agota allí. Son muchas y variadas las voces de condena a la reforma que empuja la Presidenta como pieza central de la escalada contra la Justicia.

En simultáneo con las críticas opositoras, se escucharon las objeciones sindicales. La CGT que lidera Hugo Moyano y la CTA de Pablo Micheli se pronunciaron de manera pública. El sindicalismo oficialista, en cambio, cuidó su relación con el Gobierno, pero no evitó que trascendieran algunos cuestionamientos puntuales. Creen, como cualquiera que haya leído el texto de los proyectos, que la creación de nuevas cámaras de casación tendrían un efecto enormemente retardatario, y desalentador cuando no fatal, para los juicios de jubilados y trabajadores.

Olivos también ignoró la sonora advertencia de la Iglesia Católica sobre los riesgos de la reforma judicial. En este caso, eligió el silencio a tono con la decisión de evitar tensiones frente al enorme y sostenido impacto positivo de la designación de Jorge Bergoglio como Papa.

Tampoco, por supuesto, se escucharon las objeciones de juristas y de las organizaciones que representan a buena parte del Poder Judicial. En este caso, se los descalificó como “expresión” corporativa. Sólo se atendieron algunos planteos de organizaciones cercanas al Gobierno, aunque sin moficicar sensiblemente el paquete apurado por Cristina Fernández de Kirchner, y sin prestar otra atención que esa al mensaje de ciertos señalamientos internos, cuidados y, algunos, temerosos.

Esa actitud cerrada volvió a ser alimentada por la idea de que la mayoría asume un poder casi absoluto. Algo que, se sabe, buscan llevar también al plano de la ley: en el caso del proyecto de elección de integrantes de la Magistratura, la mayoría es sobrerepresentada y la minoría, despreciada. La fuerza más votada se quedaría con dos tercios de los consejeros y el segundo, con el resto. Para los demás, nada, cero, sin importar cuántos votos sume en las urnas.

Desde esa lógica, las protestas callejeras y los reclamos de organizaciones intermedias de la sociedad son apenas molestias, entre votación y votación.

Una mirada pequeña, vieja.

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