Legado

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lunes, 25 de febrero de 2013

LASTIMOSA INDIFERENCIA - NELSON CASTRO


"La vida es así”, fue la desafortunada frase con la que Cristina Fernández de Kirchner intentó consolar a los familiares de las víctimas de la tragedia de Once en su poco feliz “Aló Presidenta” del jueves por la tarde. Fue la rúbrica penosa de una indiferencia lastimosa, que es la actitud que el Gobierno ha exhibido hacia la mayoría de los familiares de las víctimas y sobrevivientes de ese luctuoso hecho durante el año transcurrido desde aquel fatídico 22 de febrero de 2012. Otras frases ilustraron antes el desdén gubernamental: “Si esto pasaba ayer, la tragedia hubiera sido menor” (Schiavi); “Ahora viaja más gente porque tiene adónde ir” (Cristina Fernández de Kirchner).

Es sabido y está dicho en esta columna, y en tantas otras, que para la Presidenta los problemas que surgen en su administración son siempre culpa de algún otro. Si no son Clarín y Héctor Magnetto, son los gobiernos anteriores o algún otro ser perverso que ande dando vueltas por donde fuere. El drama de Once está representado por las 51 muertes –a la que hay que sumarle los 700 heridos– que podrían haber sido evitadas si, desde el Ministerio de Planificación y la Secretaría de Transporte, se hubiera prestado atención a los pormenorizados informes de la Auditoría General de la Nación, en los que se detallaban los innumerables problemas de mantenimiento que tenía –y tiene– el Ferrocarril Sarmiento. Para ser más específicos, hay que recordar que el ítem de los frenos está descripto en uno de sus informes en el que se denunciaba la existencia de unidades con falta de manija de frenos de emergencia, freno de mano inoperante y volante de freno de mano faltante.

Pero nada de eso se hizo. Y de ese no hacer nada emana la responsabilidad política del Ministerio de Planificación. Por eso es que suena raro que estén judicialmente incriminados dos ex secretarios de Transporte –Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi– y no el ministro Julio De Vido. ¿Alguien puede creer que un hombre tan celoso de su área como el ministro podía ignorar todo lo que estaba pasando en el Sarmiento? ¿Es posible que, ante la magnitud de fondos asignados a ese ramal, De Vido no prestara atención a las deficiencias que allí se verificaban? El ministro del Interior, Florencio Randazzo, bajo cuya órbita está ahora el área de Transporte, ha sido lapidario. En estos días reconoció que el Sarmiento está así porque nada se había hecho en los últimos cincuenta años. Por si alguien no lo entendió bien, hay que decir que durante diez de esos cincuenta años gobernó el kirchnerismo. ¿Saldrá De Vido a criticarlo o a descalificarlo como hace cuando esas mismas cosas las dicen los ciudadanos de a pie?

Mientras se vivían las vísperas del primer aniversario de la tragedia ferroviaria, otra tragedia recobraba vuelo en la atención de la opinión pública: el memorándum de entendimiento sobre la investigación del caso del atentado a la AMIA entre la Argentina e Irán el que, cuanto más se lee, más parece augurar de todo menos la posibilidad de que se haga justicia. Hay un dato clave que ha quedado plasmado en las declaraciones de estos últimos días: la interpretación que hace del acuerdo el gobierno iraní no es la misma que la que hace el gobierno argentino. Veamos:

Irán sostiene que la Comisión de la Verdad deberá evaluar las pruebas existentes en la Justicia argentina y que, a partir de ahí, recién emitirá su veredicto sobre si el juez Rodolfo Canicoba Corral y el fiscal Alberto Nisman podrán o no interrogar a los funcionarios iraníes incriminados en el atentado. El gobierno argentino sostiene lo contrario.
El régimen de Irán dice que, por hacerse en su suelo, a los fines de los interrogatorios regirá la ley iraní. El gobierno argentino insiste en que eso no será así.
El gobierno de Irán acusa a Israel de ser el culpable del atentado contra la AMIA. El gobierno argentino culpa de ese hecho a Irán.

A la luz de estas diferencias, ¿dónde está el acuerdo?

La sesión del Senado en la que se le dio media sanción a este increíble tratado desnudó el abismo que separa a la mayoría de los senadores del Frente para la Victoria de Amado Boudou. El jefe del bloque oficialista, Miguel Angel Pichetto, no sólo pretendió darle una clase de reglamento al vicepresidente –pocas veces como esa, el reglamento de la Cámara quedó tan a trasmano de la realidad política y social del país–, sino que buscó también humillarlo. La verdad es que nadie del bloque oficialista soporta a Boudou. Le critican su falta de respeto a las normas, el manejo dispendioso de los fondos y el haber colonizado el cuerpo con integrantes de La Cámpora que hacen gala de su soberbia y de la utilización de los recursos en beneficio propio. En lo personal, Pichetto tiene tres problemas: uno son las presiones a las que lo somete la Presidenta; el segundo, como queda dicho, es Boudou; el tercero es Aníbal Fernández. En la sesión del jueves, el ex jefe de Gabinete habló de un debate pobre y, a renglón seguido, el jefe del bloque oficialista dijo que el debate había sido enriquecedor.

La conflictiva relación entre el gobierno de la Nación y el de la provincia de Buenos Aires escala cada día un peldaño más. El déficit fiscal del primer estado argentino trepa ya los 12 mil millones de pesos. La Presidenta no tendrá más remedio que socorrer a Scioli. Lo que malhumora a Fernández de Kirchner es que nada de esa conflictividad afecta la figura de Daniel Scioli. Por el contrario, la buena imagen del gobernador no deja de crecer; según el último sondeo de una de las encuestadoras creíbles del país, ese crecimiento ha sido de cuatro puntos. El mandatario provincial ha dicho que no habrá de firmar ningún convenio con los docentes si no tiene los fondos que aseguren su cumplimiento. En sus cercanías sostienen que, hasta 2011, la Nación se hacía cargo del pago del 20% de los salarios provinciales, monto que ahora se ha reducido al 2%. Más allá de los aciertos y errores de Scioli, el reclamo que hace el gobernador por una reasignación de los fondos coparticipables –que significarían más recursos para la provincia– es justo.

Paradojas de la Argentina: tras asumir la Presidencia, el 25 de mayo de 2003, la primera tarea a la que se abocó Néstor Kirchner –que le valió un elogio unánime– fue solucionar el conflicto docente por entonces existente en la provincia de Entre Ríos. Diez años después, la Presidenta parece haber olvidado el simbolismo y el valor de aquel gesto.

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