Legado

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miércoles, 2 de enero de 2013

El drama de vivir sin trabajo y sin educación como norma


Los llamados “ni-ni” son un grupo de entre 18 y 24 que no pudo ser incluido en el sistema.

Fabiana lleva tatuada una lágrima negra en el pómulo. En los pasillos de Ciudad Oculta –por los que deambula con su embarazo– eso quiere decir que tuvo una pérdida tan grande como para dejarla grabada en su cara. Fabiana extraña a un amigo que murió por una herida de bala hace un año, ella tiene 22 años, dejó la secundaria hace un tiempo y nunca tuvo un trabajo formal. Es parte del grupo de los llamados “ni-ni”, los jóvenes de entre 18 a 24 años que ni estudian ni trabajan y que, en las últimas semanas, fueron señalados como el sector más vulnerable del tejido social. Ella se limita a decir: “ Estoy como siempre, como estamos los pibas estemos o no embarazadas, en la calle, al pedo, nadie se preocupa demasiado por nosotras”.

Fabiana –se resguarda el apellido porque no tiene ganas de hablar y después tener problemas– integra el grupo que, en base a los números de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, se mantiene desde 2000 en un porcentaje constante a pesar del crecimiento económico, según explica Gustavo Iaies, especialista en educación y director del Centro de Estudios de Políticas Públicas.

“Los últimos números oficiales muestran que el porcentaje de jóvenes de esta franja de edad que dejaron la escuela secundaria y que no tienen trabajo son tres centésimas más altos que en 2000 . En el 2001, este porcentaje no creció tanto porque no dejaban la escuela. Desde el 2004 sí lo hacen, pero con trabajo, en especial en la construcción y, a partir de 2008, se da el cambio: ya no lo tienen”, explica.

“En el barrio”, como le dice Alejandro Rodríguez (24), al lugar de José León Suárez donde vive, “los pibes tenemos poca plata últimamente. Antes las changas en la construcción hacían zafar pero ahora no hay tantas”. Alejandro estuvo preso, no terminó la secundaria, y como Pablo Matías (23) de Tigre, dice que el problema es “la lógica con la que se mueve la política: ya aprendimos que si quieren algo de nosotros, un voto, ir a apoyar algo, algo a cambio se recibe. Bajáme un plan (social) o conseguime algo”.

“Acá al principio venía la gente de Alicia (Kirchner) con electrodomésticos y no teníamos luz. Llegaron los camioncitos de la salud y se tuvieron que colgar de los cables para poder atender. Son parches como si nadie pensara primero hay que poner luz, darnos educación, trabajo. Esto así no tiene solución”. Yamila tiene 18 años y vive en el Barrio Libertador del conurbano. Este año se levantó todas las mañanas a las 5.30. La línea 670 tiene pocas frecuencias para la cantidad de gente que lo toma a las 6.30, entonces de tanto llegar tarde y medias faltas el año pasado quedó libre. “A mí me gustaría ser abogada, pero me cuesta ir a la escuela por falta de colectivos, muchos chicos la dejan por eso”.

Eduardo Ramírez es profesor de la escuela a la que va Yamila y ve con preocupación que la secundaria no pueda, en muchos casos, retener a los adolescentes ni darles respuestas. “Cuando escucho que piden no utilizar a la marginilidad en la política me da risa. Esa es la forma de hacer política. El clientelismo es eso. El Estado y los partidos han decidido no participar de otra forma y los pibes quedan al margen de un futuro. Esto no es nuevo”. Y cuenta que muchos viven en asentamientos que no están registrados en la Provincia. “Estos barrios no existen. Entonces si uno de ellos quiere ser electricista, matricularse, anotarse en la AFIP, no tiene domicilio legal. Entonces, ¿cómo van a ser incluidos por el Estado que los rechaza?”.

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