Legado

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lunes, 10 de septiembre de 2012

LA POLITICA DE LA INTOLERANCIA Y DEL APRIETE

La novedad no es la crisis económica, política e institucional que con recurrencia azota, como ahora, a Santa Cruz. La novedad y la sorpresa, en todo caso, radica en advertir cómo los rasgos medulares de aquella crisis forman parte ya, con cierta naturalidad, del paisaje nacional.

Hay en la provincia histórica del matrimonio Kirchner un intento del cristinismo por acotar a sectores peronistas del poder y relegar, incluso, a viejos amigos del ex presidente.

Daniel Peralta es el gobernador. El hombre al que acudió Néstor Kirchner para aplacar las inestabilidades políticas que se desataron cuando emigró en el 2003 a la Casa Rosada. En el camino quedaron antes, con sus períodos truncos, dos mandatarios: Sergio Acevedo y Carlos Sancho. Peralta es un dirigente ligado al peronismo y al sindicalismo tradicional . Fue admirador de José Ignacio Rucci y se alineó con Isabel cuando falleció Juan Perón. Esas viejas identidades no le juegan ahora a favor.

Su administración está cercada por la disgregación ocurrida en el peronismo local y el permanente progreso de La Cámpora.

La ruptura final con el camporismo sucedió luego de la victoria de Cristina Fernández en octubre, cuando Peralta en alianza con sectores gremiales bloqueó las leyes de emergencia y la reforma previsional exigidas por la Presidenta, que él mismo se había comprometido a aprobar en la Legislatura.

La debilidad política y social del gobernador podría explicar por qué un incidente que debió ser insignificante repuso una sobredosis de tensión en Santa Cruz y en la relación con la Casa Rosada. Cristina estalló en cólera porque el único medio periodístico no kirchnerista provincial registró el fin de semana anterior su percance con el avión presidencial que la obligó a permanecer en Río Gallegos y a contratar un vuelo privado para llegar a El Calafate.

El medio de comunicación en cuestión es la agencia de noticias OPI-Santa Cruz . Cristina asevera que su director sería un ex agente de inteligencia ligado ahora a Peralta. Kirchner, en vida, también deslizó sospechas parecidas, pero aprendió a convivir con ellas durante su década como gobernador. De esa presunción nació el convencimiento de la Presidenta de haber sido espiada en su último tránsito por la provincia. Le ordenó al subsecretario de Seguridad una puesta en escena –recordando que sólo las fuerzas nacionales custodian a la Presidenta– que Sergio Berni cumplió al pie de la letra criticando a Peralta. Berni se ha convertido en un personaje fellinesco por varias actuaciones. Las de la semana pasada, incluso cuando comandó operativos contra el dólar paralelo mutando de yuppie a gendarme. Aquella de la huelga en el transporte de combustible que selló la ruptura de Hugo Moyano con los K. También la represión de una protesta de izquierda en la Panamericana, donde irrumpió para dirigir las acciones ataviado con una combinación de ropas gauchescas y militares. Ese protagonismo de Berni traduce otra cosa: el ostracismo al que parece haber sido condenada su jefa, la ministra de Seguridad, Nilda Garré.

Peralta es frágil en su provincia y ha perdido los anclajes que tenía en el Gobierno central. El eclipse de Julio De Vido fue su principal pérdida.

El ministro de Planificación ahora lo castiga para no desentonar. Al lado de Cristina se instalaron, además, algunos enemigos suyos de larga data. Liliana Korenfeld es desde julio la supeintendente de Servicios de Salud de la Nación, que administra $ 1.100 millones de las obras sociales sindicales. Korenfeld estuvo en el gobierno de Peralta y se fue denunciando irregularidades. Su voz suena en la proximidad presidencial.

Peralta tampoco es una pobre víctima. Después de cinco años y medio de poder el balance de su gestión es malo . Engordó el modelo de los Kirchner hasta límites impensados. Incorporó a más de 20 mil agentes a la administración pública y trazó en Santa Cruz un cuadro asombroso: el Estado provincial paga por mes 70 mil sueldos para una población de 195 mil habitantes . La Cámpora lo acusa de haber “liquidado” el modelo K y destruido el sistema de salud y la educación pública. Que Máximo Kirchner, el hijo de la Presidenta, haya tenido que volar a Buenos Aires para atenderse de una artrosis en su rodilla avalaría aquella acusación. También, las constantes huelgas docentes.

“Quieren cargar en mis espaldas el fracaso del modelo” , se defendió el gobernador. Peralta recién pagó el viernes los sueldos de agosto de los activos estatales. Los jubilados tienen que esperar. La Legislatura retrasa un bono de endeudamiento. El Gobierno le retacea fondos. Tales carencias podrían agitar el clima social santacruceño, siempre propenso a los conflictos. Eso es lo que perseguiría el cristinismo para destronarlo con justificación, según conjetura el gobernador.

El gigantismo estatal en Santa Cruz constituye, en verdad, una marca nacional . De acuerdo con dos trabajos de consultoras privadas la plantilla del Estado (nacional, provincial y municipal) se incrementó en un 50% desde el 2003. A un promedio de 278 personas por día. Con casi 3.160.000 agentes se ha convertido en el primer puntal de la demanda laboral. A partir del comienzo del 2011 –coincidente con la muerte de Kirchner– los integrantes de La Cámpora se apoderaron de la mayoría de las designaciones. Un dato de la macroeconomía corrobora la tendencia.

La incidencia estatal trepó 10 puntos del PBI en una década.

Un porcentaje que la historia suele asignar a países en situación de guerra.

La semana pasada De Vido anunció la incorporación del Estado al negocio de la telefonía celular. Está muy extendido en medios de comunicación, en el fútbol, la cultura y se acaba de anunciar la construcción imprecisa de un Polo Audiovisual, sin proyecto ni fondos. También figura en sectores estratégicos, como el energético. Pero esa omnipresencia no parece garantizar aún soluciones ni eficiencia. Está a la vista lo que ocurre a diario con los transportes. Las áreas de responsabilidad más sensibles empeoran: la seguridad, la educación y la salud.

El problema de raíz del kirchnerismo, como lo fue del menemismo y de otros gobiernos democráticos es, en realidad, no haber sabido definir un papel útil para el Estado. Esa maquinaria ha servido hasta ahora, sobre todo, como referencia de poder y corrupción . Esa misma maquinaria fue utilizada por la dictadura para cometer un genocidio. Carlos Menem desguazó el Estado a partir de lo cual tejió alianzas con poderes fácticos y produjo formidables negociados. Los Kirchner rehicieron el aparato sobre viejas ruinas y lo transformaron en sistema excluyente de poder, de clientelismo político y de corrupción nunca inferior a la que caracterizó al ciclo menemista. El caso de la imprenta Ciccone es apenas el ejemplo más escandaloso.

Ese modelo exige siempre de recursos excepcionales. Esos recursos en buena medida existen fogoneados por la soja.

Pero resultan insuficientes . El Gobierno puso en práctica los últimos días, por primera vez, la modificación de un artículo de la Carta Orgánica del Banco Central que votó en marzo el Congreso. Es el que flexibilizó el límite de adelantos transitorios para financiar al Tesoro. Fueron $ 10.000 millones demandados, en gran medida, para solventar el gasto público. La norma tiene una vigencia de 18 meses. Mirando el calendario se puede sacar una conclusión política: el kirchnerismo tendrá esa fuente a mano durante todo el 2013, cuando en las legislativas se juegue, tal vez, la chance de la reforma constitucional y la re-reelección de Cristina.

También aquel mismo modelo requiere de otra lógica: la del control extremo para que ninguna moneda se vaya. Suele ser regla para cualquier Estado enorme e ineficiente. La escuela que hizo Guillermo Moreno con la traba a las importaciones la está perfeccionando Ricardo Echegaray con la persecución de la AFIP a los ciudadanos que quieren viajar y gastar en el exterior. Esa política arrancó en octubre del año pasado y se aceleró con mayores restricciones desde agosto. Se advierte una línea demasiado delgada y peligrosa entre el rigor tributario y el apremio policial.

El dilema a futuro sería saber cómo se las ingeniará el Gobierno para salir de la ratonera en la que se va metiendo. Un dilema de difícil solución por varias razones. Primero: no hay indicios de que Cristina quiera en algún momento esa salida. Segundo: la dinámica del proceso político y económico emprendido también lo impediría, en especial por el quiebre provocado en la confianza social .

La Presidenta se solaza exhibiendo cifras acotadas sobre el aumento de viajes y gastos de los argentinos en el exterior. Y manifiesta una alegría por ese fenómeno que se le nota a la legua que no tiene. Si así no fuera, nunca hubiera dicho otras cosas que dijo con sentido de amenaza . Llamó la atención en una mujer que pregona progresismo la visión preconciliar de la religión. Advirtió sobre el miedo que habría que tenerle a Dios. Le faltó alzar un crucifijo e invocar al diablo.

También habló del miedo que, por suerte en menor escala, habría que tenerle a ella misma.

Fue su prólogo para cascotear a gobernadores, empresarios y medios de comunicación. Axel Kicillof completó esa obra con imberbe prepotencia. Dijo que el Gobierno podría hacer fundir a la siderúrgica Techint, pero que no lo haría. Su director, Paolo Rocca, había deslizado tímidas críticas a la economía.

La política kirchnerista parece circuncripta ahora sólo a la intolerancia y la intimidación.

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