Legado

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lunes, 30 de julio de 2012

CUANTO TAMBALEA EL RELATO

Sus dos menciones públicas de la semana pasada, cargadas de resentimiento , estarían indicando que Cristina Fernández ha resuelto retomar, entre tantas, una de sus viejas peleas: la que mantiene contra el periodismo que no le es adicto , que no le rinde pleitesía. A ese periodismo se le ocurrió bautizarlo “cadena nacional del miedo y del desánimo”.

Aquella pelea, en verdad, nunca había cesado. El kirchnerismo ejerce una fuerte presión sobre la Justicia para que no haya ningún fallo sobre la constitucionalidad o no del articulo 161 de la ley de medios (que promueve la desinversión compulsiva de las empresas). Así, logró también que la Corte Suprema fijara un plazo a la medida cautelar presentada contra ese artículo. Ese plazo quedó establecido para el próximo 7 de diciembre.

La novedad sería el regreso del pleito a la escena pública. ¿Por qué razón? Múltiples. El enorme aparato periodístico estatal y paraestatal –con más de 160 medios– construido por el Gobierno no habría tenido los resultados esperados.

Las mayores audiencias siguen concentradas en los medios gráficos y audiovisuales tradicionales . El millonario gasto en publicidad oficial se canaliza, justamente, fuera de ese circuito. El impacto por lógica se reduce mucho, con excepción de las transmisiones de fútbol.

La apelación a la cadena nacional, hábito de la Presidenta en este mandato, más allá de los reparos legales viene teniendo en los últimos tiempos una desagradable comprobación para el kirchnerismo: las audiencias, en vez de aumentar, disminuirían. Algo no funcionaría del todo bien en la imaginaria batalla cultural pergeñada por los cerebros K. Que daban por ganada.

También habría argumentos más contundentes que explicarían la vuelta de Cristina con su fobia hacia un sector del periodismo.

La economía no arrima buenas noticias. Las refriegas políticas tampoco resultan redituables.

Hubo un fracaso inicial en el intento por acorralar a Daniel Scioli. Hugo Moyano recuperó alguna ponderación social –aunque su imagen negativa continúa siendo elevada– desde que se convirtió en contendor de Cristina. La puja contra Mauricio Macri tampoco le hace ganar simpatizantes al kirchnerismo en Capital.

Como telón de fondo está la propia Presidenta. Encuestadores no oficiales señalan que el desgaste que sufrió en los primeros siete meses sería equivalente al que era dable esperar en un año . La caída de su imagen perforó los 20 puntos en el orden nacional. Un trabajo que el Gobierno conoce apunta que su popularidad está ahora unos puntos por encima del nivel que exhibía en octubre del 2010, antes de la muerte de Néstor Kirchner.

Alrededor de un 40% . También habría un dato tranquilizador para el bando oficial: ningún dirigente de la oposición asomaría aún con posibilidades de capitalizar ese temprano esmeril de Cristina.

El manejo de gestión del Gobierno va marcando, en casi todos los conflictos, sus limitaciones. Está cayendo en la conclusión, recién ahora, sobre las dificultades para aplicarle a todos la ley de medios que fue sancionada por el Congreso. Una norma gestada contra el Grupo Clarín pero que, llegadas las circunstancias, tendría incidencia también sobre otros grupos empresarios de comunicación, algunos del interior. Nadie sabe si la Presidenta está al tanto de esas imposibilidades. Se conoce que el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, trabaja en un DNU para enmendar aspectos de la reglamentación.

El Gobierno se enfrenta en ese terreno, además, a un dilema con la oposición. La Autoridad Federal de Comunicación Audiovisual (AFCA), que debe supervisar la aplicación y cumplimiento de la ley de medios, no logró ser conformada . El organismo debe tener un presidente y un director designados por el Poder Ejecutivo. Otros tres miembros, nombrados por una Comisión Bicameral del Congreso. De ese número, el primero correspondería al oficialismo y los restantes a la primera y segunda fuerza opositora.

Ocurre que la Bicameral está paralizada . Se ha reunido una sola vez en los últimos tres años. Agustín Rossi y Miguel Pichetto, las espadas K en Diputados y el Senado, no tendrían por el momento intención de activarla. ¿Por qué?

La oposición podría objetar la situación de varios grupos de medios afines al oficialismo.

Habrá que reconocer la eficacia política del kirchnerismo en cada una de sus ofensivas contra el periodismo. Esa eficacia quedó demostrada por el modo en que cooptó a parte de la oposición, tanto en la ley de medios como la que declaró de interés público la fabricación y comercialización de papel para diarios. Ese debate conoció su climax en diciembre, hace apenas siete meses.

Aquella eficacia política posee su contracara: el desconocimiento profundo del kirchnerismo y sectores de la oposición sobre la comunicación y el mercado.

La Presidenta y su coro alardearon, por ejemplo, acerca de la necesidad de garantizar internamente el abastecimiento de papel, que ya estaba garantizado . Se empalagaron hablando de mejorar la democracia y la libertad de expresión. La merma económica está produciendo una drástica caída de la demanda del papel para diarios. Papel Prensa, única productora, tiene casi saturada su capacidad de almacenamiento. Pero por imposición del Estado debe seguir produciendo al 100% de su capacidad. El papel de diario no posee valor de exportación. La pérdida de competitividad del tipo de cambio torna hoy más conveniente su importación que la fabricación interna. El kichnerismo está ajeno a esa realidad.

El descenso de la imagen de Cristina poco tendría que ver, quizá, con la batalla de la comunicación. Pero ayudaría a entender cómo demasiadas obsesiones del Gobierno derivan en despropósitos . Desde el 2007, con la anuencia de los Kirchner, Guillermo Moreno resolvió ocultar la inflación. Esa inflación permanece implacable, ahora en un marco de desaceleración económica.

No hay respuestas.

El propio supersecretario y el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, propusieron recurrir al cepo cambiario y a las trabas indiscriminadas a las importaciones para frenar la fuga de dólares. El freno fue suave, pero resultó tremendo el impacto sobre actividades económicas clave.

La industria automotriz y la construcción, sobre todo. Cristina parece malquistada con Moreno. Pero tampoco atisba otra respuesta.

La Presidenta intentó a comienzo de año un ajuste (o sintonía fina) para contener el gasto público que detuvo no bien calibró sus primeras consecuencias sociales. Ese gasto público sigue en alza, pero retomó la idea del ajuste con el propósito de aplicarlo a las provincias. Casi todos los distritos atraviesan crisis financieras. En medio de ellas, se cuelan disputas políticas.

Sucede con José de la Sota en Córdoba y con Scioli en Buenos Aires. Pero al kirchnerismo le importa ahora el mandatario bonaerense. Es el dirigente que meneó rápido la sucesión para el 2015. Scioli ganó la última pulseada porque Cristina sintió vértigo al comprobar cómo los ciudadanos bonaerenses la responsabilizaban por el pago del aguinaldo desdoblado. Pero aún así, el gobernador no tiene (no tendrá) respiro: el Gobierno anunció que le quitará subsidios por haber aumentado un 28% la tarifa de electricidad en la Provincia.

El gobernador resolvió enfrentar el temporal adoptando precauciones. Por lo pronto, abrió una caja para acumular fondos pensando en el aguinaldo de diciembre. Mucho antes figura el mes que viene. También decidió reforzar su mesa de consejeros. Sumó a Carlos Fernández, el ex ministro de Economía de Cristina, ahora director en el Banco Provincia. El funcionario resultaría útil para el seguimiento de las cuentas. Pero el problema mayor de Scioli no es sólo ese: su encrucijada consiste en definir una estrategia también política para aguantar las embestidas kirchneristas que pronto volverán.

Scioli debiera prestarle atención a lo que pasó con Moyano. Una vez que Cristina le hizo la cruz no hubo arrepentimiento ni marcha atrás. Ni siquiera cuando anduvo sobre un vacío, sin conocer cómo sería su sucesión ni quién el sustituto en el antimoyanismo. Eran esperables las sorpresas. La Presidenta gastó su audiencia con los “Gordos” e “independientes” pero ese sector sindical no se amalgama para constituir en octubre la CGT paralela. La ausencia en la cumbre del candidato, el metalúrgico Antonio Caló, desató mil conjeturas. Caló no abdicó pero lo primero que hizo fue advertir que no le cree a las cifras del INDEC.

El filo de sus palabras preocuparon a los K. Habría otro rastro en esa interna que convendría seguir: salvo el lucifuercista Oscar Lescano, ninguno de los jerarcas del sector se ensaña con Moyano. Cristina debió valerse del intendente de José. C. Paz, Mario Ishii, uno de los opacos barones del conurbano, para cruzar al líder camionero. Son las fotos de esta época.

En las fotos del poder aparecen rutilantes Axel Kicillof y Florencio Randazzo en desmedro del resto. Los estrellatos en el firmamento cristinista son fugaces. La Presidenta volvió con sus mensajes fogosos y agresivos.

Que preanuncian batallas.

El periodismo que no le agrada lo sabe.

Ocurre siempre que soplan malos vientos. Cuando Cristina se transparenta como una mujer sin paz. Ocurre cada vez que el relato kirchnerista, como ahora, tambalea.

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