Legado

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lunes, 11 de junio de 2012

LEY DE MEDIOS - TOMAS ABRAHAM

De la Ley de Medios no sólo es necesario recordar los límites que deben acatar sus adjudicatarios en lo referente a la propiedad de los mismos. Ya bastantes intrincadas y poco claras parecen ser las cláusulas que hablan sobre las condiciones de su posesión. Dejo de lado ese problema para quienes saben de leyes, contratos y concesiones. Aquí me referiré al tema del “uso” de los medios, es decir, al encuadre legal respecto de la producción y circulación de las palabras en un sistema democrático. Desde ese punto de vista, nos hacemos partícipes del entusiasmo por el nuevo horizonte que se abre con la Ley de Medios en lo que atañe a las posibilidades para mejorar el puente comunicacional entre los emisores de información y las millones de personas a las que está destinada el parte diario cuando no instantáneo de la actualidad nacional. Con este propósito me permito sugerir no exactamente modificaciones sino unos pocos agregados al nuevo formato elaborado en su momento por los expertos en la materia. En lo que respecta a los canales de noticias, a las principales estaciones radiales y a los grandes diarios del país, cada una de estas empresas deberá habilitar, para que haya un ejercicio efectivo de la libertad, un 15 por ciento del espacio que destinan a la información política nacional para que ejerza su labor un contradictor o replicante de la línea editorial de la fuente emisora. Esta intervención de una suerte de abogado del diablo de acuerdo a la reconocida y tradicional figura del contrapoder originada en instituciones eclesiásticas, se aplicará luego de una evaluación pública del ente regulador de los medios, es decir el Comfer, una vez que dictamine que el canal informativo ha superado el 54 por ciento de noticias favorables o desfavorables –en el caso de medios opositores– al Gobierno nacional Una vez producido el diagnóstico que asevera la existencia de la llamada “bajada de línea” o corriente de información tendenciosa de la empresa periodística, deberá conformarse un espacio que tendrá la denominación universal de “Para que usted no lo crea”, nombre facilitador en tanto evoca un conocido programa conducido por Jack Palance que con el nombre de Aunque usted no lo crea marcaba el trayecto de lo inverosímil a lo posible en una infinidad de temas. En este caso se trata de otro recorrido, ya que de una presentación retórica que pretende ser fiel a los acontecimientos, se efectúa una versión contrastada de los mismos a cargo de un especialista en el tema. Por eso el nombre del espacio invoca la necesaria incredulidad requerida en los fenómenos de opinión de los sistemas democráticos que se sostienen en la pluralidad y la diversidad de voces presentes en el ágora ciudadana. Esta vez se trata de no creer. Las manifestaciones de creencias se distinguen de las producciones de pensamiento por el hecho de que las primeras parten de una voluntad de repetición y los segundos nacen de un paréntesis mental provocado por un acontecimiento inesperado. No hay pensamiento si no se marca una fisura en el universo rutinario. El acto de entrega de sí que lleva a cabo un consumidor de noticias lo acostumbra a buscar en la información lo que ya sabe o aquello en lo que ya cree, y a satisfacerse con la reafirmación de su sistema de certezas. No quiere conocer nada que altere el dispositivo de seguridad que le garantiza la permanencia de su identidad y reacciona cada vez con mayor agresividad si se hiere su narcisismo opinológico. La introducción del elemento disruptivo del replicante tiene un efecto desorientador para quien está preparado por la costumbre a recibir lo esperado y se encuentra con una voz que desestabiliza su conjunto de evidencias. Pensar duele, pero es un dolor que vale la pena en términos de emancipación. Si el tiempo informativo es de una hora, en los 15 minutos apartados por la ley se ofrecerá una versión diferenciada de los sucesos establecidos por la agenda cotidiana. Esta proporción se establecerá de modo análogo para el caso del periodismo gráfico, que deberá ceder al replicante un día por semana la sexta parte de lo acumulado en ese lapso en sus secciones políticas. De ser así, el ciudadano consumidor de información podrá apreciar y evaluar según su propio parecer el peso de veracidad de cada una de las partes que se atribuyen la objetividad de la entrega de lo que se conoce por realidad. Por eso, si denominamos “verso” a la información que supera el 54 por ciento tanto de atribuciones positivas de la acción gubernamental como a las negativas de la oposición, denominamos “reverso” a la tarea del contradictor que resulta de su construcción informativa correspondiente. La intervención de la figura del replicante equilibrará la labor del periodismo militante que se justifica a sí mismo en nombre de una moral del compromiso y del interés que legitima de acuerdo a su posición hermenéutica. Si de acuerdo a esta afirmación sobre el modo en que opera el sujeto de la enunciación respecto del sujeto del enunciado, todos nos adscribimos a una versión interesada de la realidad, el espíritu democrático que inspira la Ley de Medios obligará a que la militancia periodística sea plural y evite en la medida de lo posible el lavado de cerebros previo a la inscripción de una determinada creencia favorable a un grupo de poder. La evidente ventaja que este agregado a la ley tiene respecto de la mentada facultad de zappear o de mover el dial que tiene el consumidor con control remoto, perilla, botón, tecla o páginas destinadas al análisis político, es que se ampliará su perspectiva en la medida en que al extremar las posibilidades del ejercicio de su libertad y remover la fijeza de su universo de costumbres, podrá ver despertada su curiosidad por lo que dirán los diferentes informantes y comparará la calidad comunicacional de los intervinientes en el mismo canal informativo, ya sea audiovisual o gráfico, por el que se distribuyen los mensajes. La ciudadanía verá enriquecido el espectro de la oferta informativa y buscará de acuerdo a su control de calidad tanto a sus informantes como a sus replicantes preferidos. Finalmente, no se hará más que extender el campo del llamado revisionismo histórico que interesa a todos los que exigen tener una visión crítica respecto de interpretaciones dominantes de la historiografía liberal, a un revisionismo periodístico elaborado en el instante mismo de la noticia ya que en este caso se trata de la actualidad y no del pasado. Los candidatos a replicantes presentarán sus antecedentes al Comfer, que los ingresarán en listas separadas de acuerdo a sus preferencias políticas e ideológicas. Una vez detectado un exceso tendencioso en una emisora, por sorteo saldrá elegido el replicante correspondiente para que realice su función de contradictor autorizado. Sin lugar a dudas, esta nueva presentación de la ley con los articulados agregados a la anterior legislación, promoverá que en las escuelas de periodismo y en las facultades en las que se dictan las materias de la carrera de Comunicación se modifique la currícula con el complemento de las asignaturas Teoría de la Réplica I y II, que contribuirán a la formación de periodistas noveles, futuros protagonistas del mercado informativo ya preparados con el instrumental teórico y el conocimiento conceptual del modo en que interviene la opinión pública en sistemas políticos democráticos y del rol que deben cumplir los comunicadores sociales.

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