Legado

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viernes, 29 de junio de 2012

CRISTINA - MOYANO EN EL MEDIO LA ARGENTINA

No es difícil imaginar cómo se habrá evaluado la jornada de ayer en el entorno íntimo de Cristina Kirchner. La cantidad de asistentes a la Plaza de Mayo (menor a la de otras movilizaciones), el hecho de que varios sindicatos se hayan abstenido de adherir y el mismo tono del discurso de Hugo Moyano, habrán llevado a la Presidenta y a sus colaboradores a concluir que se trató de un triunfo para el Gobierno. Después de todo, no fue un día con clima de paro general, sino que se vivió con un movimiento relativamente normal en las calles, más allá de las típicas molestias por las avenidas cortadas en el centro. Es decir, una situación menor en comparación con la que se vivía hace una semana, cuando los cajeros automáticos se quedaron sin dinero y los surtidores de las estaciones de servicios, sin nafta. En la Plaza de Mayo, no solamente no se hicieron presentes ciudadanos "independientes" provenientes de la clase media afín a los cacerolazos, sino que ni siquiera llegaron los sindicalistas amigos de Moyano, como la CTA de Pablo Micheli. Y ni siquiera el acto tuvo el monopolio de la atención mediática, ya que los canales de televisión se vieron obligados a "dividir la pantalla", porque la Presidenta hizo un discurso desde San Luis a la misma hora a la que estaba por dar inicio la alocución de Moyano. Pero, sobre todo, el mayor alivio en filas kirchneristas es que no se concretó en el discurso del líder cegetista un anuncio que haga presumir una escalada conflictiva en el corto plazo. Más que amenazar con nuevos cortes en la cadena logística nacional, Moyano repitió sus argumentos ya planteados en los últimos días respecto de lo injusto que es la falta de actualización en el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias. La apuesta del Gobierno, ahora, es que la tensión vaya disminuyendo y la situación social se normalice. Como suelen afirmar los politólogos, un presidente peronista puede convivir con cualquier tipo de crisis institucional, pero nunca puede permitir que se lo perciba incapaz de garantizar gobernabilidad o que es pasible de ser desestabilizado. ¿Un favor para Moyano? Sin embargo, para los analistas, el Gobierno cometería un error si se dejase llevar por la creencia de una victoria. Para empezar, porque al reclamar repetidamente el diálogo, y al remarcar la conveniencia de una coexistencia pacífica entre la Presidenta y la dirigencia sindical, Moyano restó argumentos a las acusaciones sobre intentos destituyentes. "Pareciera que un reclamo legítimo fuera una extorsión, pareciera que una medida de los trabajadores pretende distorsionar la democracia. Pareciera que un paro nacional fuera un golpe de Estado", afirmó el líder sindical. "Estuvo hábil en ese punto. A Raúl Alfonsín le hicieron 13 paros generales y nunca dijo que eso implicara una actitud golpista", observa Alejandro Corbacho, docente de ciencias políticas en la Universidad del Cema. Otro punto destacado en el acto de ayer fue la aclaración de Moyano en el sentido de que, más que una política determinada, lo que verdaderamente le molesta del Gobierno es "la forma de imposición que tiene, de hacer todo como si fuera una dictadura". Con estas palabras, el líder de la CGT contrasta la diferencia de actitud de la Presidenta, quien mantiene su dureza en el discurso y su intransigencia en los hechos ("soberbia abrumadora", prefiere decir el dirigente camionero). "Ganó varios puntos. Además de atraer otros sindicalistas que antes se le habían alejado, ganó escena con una buena convocatoria y con su actitud de ´sólo quiero dialogar´, al contrario de lo que hizo Cristina", observa Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas (Cipol). Para este politólogo, ahora la Presidenta "queda como la única que está aislada al no querer escuchar ni conversar con el resto. Es decir, Moyano invirtió la puesta de escena de Cristina y su éxito político es importante". También el analista Rosendo Fraga considera que la dureza no necesariamente beneficia al kirchnerismo: "Meses atrás los estrategas del oficialismo pensaban que ganaban ubicando a Moyano como enemigo y ahora esto no parece ser tan claro". Por lo pronto, parece haber consenso respecto de que, al polarizarse el escenario político entre Cristina y Moyano, éste fortalece sus chances de permanecer al frente de la CGT. Y esto no sólo es en el sentido de que Moyano pueda imponer una mayoría en el próximo congreso (de hecho, el escenario al que los analistas asignan mayores chances es la ruptura de la central), sino que queda legitimado como el verdadero portavoz de las reivindicaciones de los trabajadores. La polarización fue hábilmente aprovechada por el líder camionero, al calificar a los sindicalistas afines al gobierno con el neologismo de "gerengados", es decir una mezcla de gerentes y delegados, como él mismo explicó. "A esta altura, ya no importa si va a haber dos CGT o si serán 14. Lo único relevante es quién es capaz de poner miles de militantes en la calle. Y hoy en la CGT eso sólo lo puede hacer Moyano", destaca Jorge Giacobbe, uno de los politólogos más escépticos respecto de que pueda haber un acercamiento entre ambas partes. Confrontación a la vista Mientras se discute "quién ganó" en la contienda de los últimos días, el interrogante que persiste es cuál será la agenda futura en la relación Gobierno-sindicatos. Y, sobre todo, si vendrá un período de negociación o si apenas se está transitando el inicio de una fase abiertamente conflictiva. Aunque las palabras de Moyano tuvieron tono conciliador, los analistas se inclinan por un empeoramiento de las relaciones. Primero, por un convencimiento del kirchnerismo respecto de que no debe ceder. Y segundo, porque si había un motivo de rencor personal por parte de Cristina hacia Moyano, esto seguramente se habrá agravado por la alusión que hizo el líder sindical sobre que Néstor Kirchner se "exilió" en Santa Cruz durante la dictadura para hacer fortuna con las ejecuciones hipotecarias a la que dio lugar la célebre circular 1050. "Hacia adelante, el escenario probable es que el conflicto no sólo continúe, sino que escale. La probable división de la central obrera hará más difícil y no más fácil una recomposición de la relación rota entre Moyano y la Casa Rosada", argumenta Fraga. En tanto, Corbacho observa que "ahora esto va a ser a matar o morir, no hay conciliación". Para el politólogo de la Ucema, el Gobierno está abocado a construir poder y, desde ese punto de vista, cualquier negociación marca un acto de debilidad. "Pero, paradójicamente, esa misma actitud los termina encerrando a ellos mismos con un sentimiento de fragilidad. El ejemplo fue sacar a los militares para asegurar el abastecimiento de combustible", agrega. En lo que respecta al punto específico del Impuesto a las Ganancias, las cosas parecen claras: el Gobierno no dará marcha atrás, sea por motivos políticos o por necesidades fiscales. "Cristina fue muy clara sobre esta cuestión. Va a sostener el impuesto, aunque eso le implique enfrentar una escalada conflictiva y aunque le cueste perder imagen ante la opinión pública y quedarse sólo con el apoyo de la base peronista", afirma Julio Burdman, director de la consultora Analytica. A juzgar por el discurso de ayer, no parecería que Moyano estuviese dispuesto, en el corto plazo, a provocar situaciones que generen conmoción social, como las rupturas en las cadenas de distribución de productos masivos o la huelga en la distribución de residuos. De todas formas, su demostración de fuerza sirvió como recordatorio de que tiene las herramientas como para "paralizar el país". "Ambas partes tienen municiones guardadas. El Gobierno puede intervenir en las obras sociales y tiene formas de atacar a Moyano. Y éste, a su vez, puede alterar la normalidad del país. Pero por ahora ninguno parece ir a fondo. Habrá que ver a qué velocidad se deteriora la relación", apunta Alejandro Catterberg, socio de la consultora Poliarquía. Cristina, presa del "relato" Uno de los hechos más destacables de estas últimas jornadas es que, mientras Moyano habla del deterioro salarial, Cristina volvió a centrar su discurso en la necesidad de preservar el empleo. Y lo curioso del caso es que, para sostener su argumento, suele estar en el borde de contradicciones con su propio "relato". En efecto, al marcar que el 81% de los asalariados registrados está por debajo del "piso" del Impuesto a las Ganancias, no hizo más que poner en tela de juicio el éxito de su política de redistribución de la riqueza, al reconocer que ocho de cada diez cobran menos de $5.782 (solteros) o de $7.998 (casados con dos hijos). "Ella está profundizando un discurso que inició al reasumir su segundo mandato. Y, lejos de desconocer la existencia de problemas, marca que hay riesgos y que el contexto internacional va a jugar en contra. Este es el argumento que usa para justificar todas las medidas impopulares que está tomando", enfatiza Burdman, de Analytica. Lo raro es que, en ese contexto, el discurso K empieza a dejar en evidencia las mismas debilidades que planteaban los críticos del modelo. Por ejemplo, la jefa de Estado hizo referencia a que en otros países los funcionarios quedan sorprendidos de que en la Argentina se aumenten los salarios a un ritmo del 20% -mostrándolo como un hecho destacable- cuando, en realidad, se hace por la inflación, un concepto que no forma parte del discurso. A la efectividad en la redistribución del ingreso -ahora bajo signos de interrogación- y a los elevados aumentos de sueldos -ahora cuestionados- se suman otros factores de los que antes "el relato" se vanagloriaba y de los que ahora parece haber quedado preso. Uno de ellos el dólar. En épocas previas a las elecciones se decía que no era un problema para el país y que reinaba la abundancia. Marcó del Pont llegó a afirmar que si no era por el Banco Central, el billete verde caería hasta los $2,82. Ahora, se prohibió la venta a los particulares y se insta a que éstos se pesifiquen. Otro ejemplo lo dan los subsidios a las tarifas, que eran vistos como algo "bueno" para apuntalar el consumo y ahora se presentan como una "bomba de tiempo" que sólo pudo desactivarse a medias. Aun así, el "relato sigue firme", pese a haber quedado encorsetado en las propias falencias del modelo K. Artemio López, un encuestador y politólogo cercano al Gobierno, no duda en justificar la intransigencia oficialista con un argumento de la Fundación Idesa, que marca que el gasto en subsidios a empresas de servicios es tan grande que cuadruplica la recaudación por Ganancias. El mismo López sostiene que el bajo nivel de desempleo (actualmente en 7,5% de la población activa) no debe ser considerado como un logro irreversible. "El país no es una fiesta, ni lo será en el corto y mediano plazo, digamos así. De tanto repetir buenas nuevas, no debiera terminar uno creyéndolas. Se trata de levantar el ánimo sin bajar el análisis", se sincera López, para quien sin la presión impositiva actual, habría un 25% de pobreza y un 10% de indigencia. Para Corbacho, de la Ucema, "la sensación entre muchos peronistas es que el ciclo económico anterior ha ido extinguiéndose. Y el nivel de exageración por parte del Gobierno puede indicar que está asustado y preocupado". En otras palabras, el escenario conflictivo actual es el resultante de un nuevo contexto que empieza a esbozarse: el de la clase media asalariada como nuevo "financista" del modelo de inclusión social, una vez agotadas las otras "cajas" que estuvieron disponibles.

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